Cuando tu boca se llena de orgullo en su vacío se silencia y en ella duerme despierto el reproche.
Cuando el pan de ayer es la cena de mañana y las esquinas no nos cruzan sin opinar.
Siempre que nos duelen las muelas a rabiar y el dolor nos mole, y se consume el sol sin que nadie nos avise, perdidos y desengañados en disfraces y lugares sin lugar; espejos que no son el nuestro.
De pronto la vida nos hizo elegir entre el tiempo al tiempo o la muerte a la muerte, y decían que el tiempo todo lo cura, todo lo borra, también nuestras pieles y ojos. Y al final desayunamos una colección de ayeres que no fueron y de presentes impresentables. El futuro pasado, por alto y bajo tierra.
Pero ahí crece mi orgullo y es tu boca quien lo amansa, en la estresante tranquilidad de lo eterno.
Puede que el cielo sea menos cielo sin nubes, sin suelo, y que la madera sea el último cuadro que nos haga temblar los huesos. Porque tus besos son tus besos, entre labios o palabras, y nadie es nadie cuando los encuentra si de cada segundo que me robas me devuelves cuatro vidas y mi autito de lata.
No me llevaré nada al cajón, pero él tampoco se llevará nada de mí.
Este es mi pacto con la muerte.
David Rebollo Genestar