Detesto darme a conocer, sin embargo, me beso con la intuición.
Es genial escribirte vacíos sin sentido y que leas vasos colmados,
que me beses como a un desconocido y me grites tu rutina hueca.
Hoy me visto de piel, que ya pesa lo suficiente.
A las cinco de la primavera, ojos de empresario y vagabundo
se conocen en un cruce de luz tenue, y esas son las miradas
universales, donde todo se comparte; donde el corazón se detiene
y anima a tirar monedas por no congelarse en su sangre verde.
Asienten pero no se entienden. Nadie lo hace.
David Rebollo