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martes, 16 de octubre de 2012

Hace tiempo tuve un corazón cobarde que sólo latía ante las virtudes. Caminaba en busca de cumplidos sinceros y promesas de esperanza. 
Sin embargo todo cambió la primera vez que me enamoré de un defecto. 
Sucedió de repente, sin esperarlo. De una persona que no cosechaba demasiados (al menos no tantos como yo), encontré uno y me casé con él. Todavía somos felices juntos. Además, desde entonces no me conmueve ninguna virtud ni belleza que no esconda algo de debilidad, de silencio y confusión. El amor debe residir en el ideal desgastado del recuerdo deshilachado de alguna carencia. Y todo lo que dancemos será alrededor.
Por eso no quiero que me nombren, ¡porque yo no soy mi nombre judío! 
Jamás hablen de mí. No existo cuando no estoy presente, así que no estarán hablando más que de un nombre que no elegí y de unos actos que no me representan en absoluto. Yo tan solo soy mis silencios, las cosas que nunca haré. No se dejen impresionar por mis mediocridades virtuosas. 
Nunca he existido en ninguna de las conversas en las que se me ha citado, 
ni en los recuerdos que les quedan de mí. Mi esencia es la contradicción. 
Por eso retiro lo dicho y lo reitero hasta quedarme afónico. Y si algún día deciden enamorarse de algo que me pertenezca, que sea de alguno de mis defectos. Del resto de mí no soy yo el dueño, sino la mujer que amo, o en todo caso su genial defecto, que hace a los míos escribirle agradeciendo todo lo que siempre hizo por mí. Sin embargo, pronto sucederá algo que cambiará para siempre nuestras absurdas y maravillosas vidas. Adiós, Carlota.

viernes, 12 de octubre de 2012

Cuando lo leí fue realmente devastador. No sé cómo llegué hasta allí ni con qué intención habían esas palabras llamado al timbre de mis ojos. De hecho, me hubiese gustado verme la cara de pánfilo iluso que suelo proyectar en estas situaciones.
Sin embargo era lógico, y las palabras, aún siendo no más que eso, no dejaban lugar a duda; ella ya amaba a otra persona, así lo mostraban, y a estas alturas ¿quién va a disputar un corazón que ya siente como propio? También entregaría el mío si pudiese.

martes, 2 de octubre de 2012

Yo tengo un amigo, como tenía Julio un hermano en los montes nocturnos.
Yo tengo un amigo que es la fuerza hecha bondad. Que no sabe rendirse.
Ayer le vi llorar por primera vez, y sus lágrimas fueron las mías también.
De todo haremos hambre compañero. Que los amaneceres nos vistan de espejo.
En mi mano hay un camino. Haga usted de caminante, pues no todo está perdido.
 

Copyright 2010 El coleccionista de silencios.