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domingo, 14 de abril de 2013




"Se acabó Carlota. Y es tan corto como duro de escribir. Pero es así, no doy para más.
Perdóname por haberte traído hasta aquí. Perdóname por haberte elegido como mi única salvación y esperanza. No puedo seguir viendo como la ilusión se deshilacha un poquito más cada día, tengo que romperla antes que soportar su agonía, que supongo, es la misma que la tuya. El querer y no poder. El poder de no querer. Llegado a este punto, no puedo pretender dejar de amarte de la noche a la mañana, pero sí ayudarte en la complicada tentativa de desgastar mi recuerdo. Por eso me estoy marchando poco a poco, por eso, lentamente, voy desapareciendo de todos los lugares en los que me venías buscando. Me lo has enseñado todo; la felicidad, el amor, el dolor, la amistad, los celos, el sexo, la belleza más pura, el rencor, el feliz recuerdo y el olvido, en carnes propias y ajenas. He procurado ahogar en mí todas las sensaciones negativas y ahora, tan adentro como las he empujado, no tengo energía para estirar el brazo y restaurarlas. Tampoco tiene sentido, ni lo mereces después de todo este tiempo. Es demasiado tarde. Yo lo he elegido. Sólo Yo. Siempre que me has negado tu cercanía he agachado la cabeza y coleccionado un silencio, sabedor de que no iba a rendirme ni a dejar que te salvaras. Simplemente callaba y sonreía porque sabía que el tiempo me daría la razón. En parte lo ha hecho alguna vez durante este año, pero no ha sido suficiente. Por mí le daría una vida entera de tiempo al tiempo, pero me la está acortando a velocidad de vértigo. Me estoy haciendo daño. Y no es algo de lo que deba nadie sentir lástima. No te estoy culpando. Es una llama que se va apagando y quema, pero uno se aferra tanto a lo poco que ha conocido y amado, que todo lo demás, aún siendo seguro y tranquilo, le resulta insuficiente. Pensándolo así, nadie puede albergar culpa en ello. Y menos vos, estáte tranquila. No he venido a recordarte las cosas que hiciste mal, porque ya te las perdoné, porque ya no sé cuáles son, porque sé que las buenas las triplicaron, y porque las he repartido todas a un cincuenta por ciento, así podemos estar en paz, siempre que tú sepas hacer lo mismo con las mías. 
Si no crees que merezco tu perdón en lo que no he sido capaz de cumplir y piensas, aunque me esté dejando el corazón y la sinceridad en estas letras, que esto es un ataque, una estrategia o un reproche, deja de leerme inmediatamente. Te doy una frase más para que lo pienses y escojas. Si has continuado leyéndome convencida de que no tengo ninguna mala intención hacia ti, decirte que es a vos a quién amo, no a la que cree que todavía me debe algo o yo se lo debo a ella. Es de vos de quien me enamoré y a quien me cuesta tanto renunciar ahora. Aunque no aparezcas tan a menudo en el cuerpo que te acoge, sos igual de inabarcable que siempre. No desaparezcas jamás. Deja que se salven las otras personalidades, las de cuando estás ausente o enfadada, las que prefieren la droga al amor. Vos no sos mejor que ellas, pero sos la mía. ¡Ojalá sea la mía la que esté leyendo esto! Si hoy no existes, te pido por favor, a ti, la personalidad que me lee, que se lo muestres a la mía cuando regrese. Y no pienses que tengo nada en tu contra, he aprendido a amaros a cada una de vosotras, pero sólo ese lado suyo, el oscuro de su corazón, le devolvió la luz al mío. Si después de todo, has continuado con la lectura de este rompecabezas de sentimientos mal redactado con la sensación de que quiero hacerte algún daño, úsalo en mi contra. Puede ayudar a convencerte de que es mejor no verme, de que siempre estuviste sola, de que no existí, de que todo fueron poemas baratos y chamullería argentina. Esto no es así y lo sabrás de grande, pero el rencor es la herramienta más útil para justificar el olvido. ¡Hasta yo he intentado aprovecharme de ello! Pero me ha resultado inútil, lo bueno siempre ha sobrepasado a la deuda con creces. Espero que a ti te sirva y que esto no te duela más que un pellizco o un pinchacito. Ya sé que es complicado. Pero si no hay alternativa, crea una mala imagen hambrienta en tu recuerdo y aliméntala con cada palabra mía que leas, con cada beso que recuerdes. Y sobretodo, no busques mi mirada en otros ojos. Mi mirada (la que tu conoces) sólo existe en mí contigo. Ahí fuera hay muchas otras dispuestas a intentarlo. No las compares ni les pidas lo que a mí. Ni mejores ni peores, sólo diferentes. Que no paguen ellas mis errores, igual que yo no quise pagar los de las que precedieron a la mía. Aprende a amarlas porque son únicas e hijas de la vida, como las nuestras, y eso es ya suficiente razón para que les des la oportunidad que a mí me diste. A través de tu mente conocí la felicidad en su máxima juventud. Ninguna vez será como la primera, eso lo sabemos ambos. Malditos abriles que nos separan. Maldita la primera vez que te supliqué. Malditas tus lágrimas y las mías. Maldito el silencio que nació hace un año. Maldita canción que preferiste bailar sola. Maldito Mayo lluvioso en el que bailabas y yo deseaba aprender a odiarte. Maldito yo por llevarte hasta ese punto. El punto de no retorno. Ojalá lo hubiera aceptado sin preguntar. Ojalá hubieras sabido contarme exactamente lo que sentías, razonar tus decisiones sin medias tintas... Pero te comprendo, es imposible hablar conmigo sin que le de la vuelta a tus pretensiones iniciales, sin ser un abogado continuo de los destinos y los sueños imposibles... Sé que muchas veces has querido sentarme para hablar de la verdadera razón de todo esto, para enseñarme la crudeza de nuestra situación, y sé que siempre he silbado y mirado a otro lado. Ahora, tanto tiempo después, no es necesario que lo hagas. Prefiero no saberlo. Sea lo que sea lo acepto y te hago saber que para mí, todas tus razones son válidas, por ínfimas o extrañas que sean. Que aunque no sepas cómo has llegado a este punto, o por qué perdió el color tu amor sobre el mío, no importa. Me podría haber pasado a mí, y créeme, no lo hubiera hecho mejor que vos. Espero que no me recuerdes mientras dure este calor, la euforia del verano y la juventud, y que cuando llegue el invierno y las noches lluviosas, ya tengas con qué rellenar el vacío y apaciguar el dolor.
Al fin y al cabo, yo no soy tanto como crees. Sólo soy para vos lo que en vos he sido. Que lo representa todo para mí, pero no deja de ser una nimiedad. Nadie tiene que superarme porque no se trata de una competición. Las personas son demasiado interminables como para equipararlas. No puedo pretender que me olvides, pero si quieres guardar un recuerdo cuando todo esto termine, guarda el de las noches frías en las que volviste a subir al cielo, sin preguntas por mí parte ni por la tuya, sin culpas ni reproches, como si nada hubiera pasado. Porque no ha pasado nada, sólo ha existido toda la felicidad que nos hemos brindado, el resto no lo merecemos. 
Así que el olvido no lo debiéramos ambicionar, hay mucho que recordar y por lo que sonreír. Tampoco te pediré el rechazo ni la renuncia, porque aunque a ti te haya dado miedo y yo no haya querido entenderlo, es algo ya supuesto, aún sin ser total. Sé que te esfuerzas en convencerte de que la custodia de mis labios te la confiscaste vos misma al negarme la de los tuyos. Pero seguimos siendo un poco el uno del otro. Sé que quieres amarme pero no ahora ni en esta ciudad. Lo sé todo, sé que es sin mala fe, sé que eres una persona de buenas intenciones conmigo. Me has regalado un amor. Un amor de los de verdad. El primero. Un amor por el que morir y por el que matar. Era lo que siempre deseé vivir y tú lo volviste realidad, lo perfumaste de magia. Ahora podría morir tranquilo. Es algo que siempre recordaremos como positivo: la oportunidad que nos dimos, el laberinto que creamos y en el que nos perdimos, pero siempre de la mano y con orgullo. Durante este triste año, hay dos palabras que nos han llenado la boca, y que nos hemos repetido hasta la saciedad: gracias y perdón. Pues bien, las gracias (aún sabiendo que padezco esta reiteración en un escrito tras otro) te las doy una vez más. Has grabado tu nombre a fuego en mi pecho, y sólo atesoro los buenos momentos (abundantes e inolvidables). El perdón te lo otorgo por completo en cualquier aspecto del que se te ocurra culparte (que no debiera ser ninguno). Por mi parte, me perdono a mí mismo (no sin antes haberme hecho mil juicios) y doy por pagadas todas mis deudas con la incalculable sanción de tu lejanía. Por último te pido perdón a ti, terminando esta carta como he empezado a redactarla. Perdón por mi incapacidad de renunciarte y de convencerte. Perdón por haberte hecho sentir sola. Perdón por querer existir en tus mundos paralelos. Perdón por cada reproche y por cada silencio. Perdón por haber pulsado el botón que me impide saber de vos (es lo justo si no te dejo saber de mí). Perdón por haberte escrito este testamento interminable. Perdón por no haberlo escrito antes. Y sobretodo, te pido perdón por quedarme en tu recuerdo, sin saber cómo ni con qué pretexto. Sé que sabrás perdonarme. Si no vos, la personalidad a la que me referí al principio. Es necesario que nos perdonemos para poder ser felices, y no importa que lo hagamos mil veces y reincidamos en las disculpas a cada momento.

Seguimos el camino que nos dictó la película. Vivimos el amor poético y sufriremos la cercana lontananza cuando el avión cruce el Atlántico. La segunda parte ya la improvisaremos. Le cambiaremos el final. De momento somos invencibles,  juntos o alejados. Todo esto no son más que palabras. Algún día les encontrarás el sentido a todas y cada una, te lo aseguro. Es disparatado pero creo que le estoy escribiendo a tu Yo de aquí a diez años. Tal vez, en los tiempos venideros se te asigne este rol mío en alguna relación. No es más complicado que el tuyo, desde luego, así que no debes preocuparte por ello. Creo que lo importante a hacer en estos casos es ofrecer a la otra persona (vos en este caso) la confianza y la certeza de que se la deja en total y absoluta libertad. LIBRE. Si no se hace así es muy complicado que esa persona no acumule algo de culpa propia y la transforme en rencor ajeno. Ahora ya no hay nada que perder, está toda nuestra ciudad por reconstruir. No viertas más lágrimas en este pozo, no te ahogues. Escapa volando. Vuelve con los pájaros, que son tus hermanos, y no pienses más en estos versos. Ni en los de ayer. Sé libre porque libre te quiero. Libre y feliz. No importa lo lejos que te sienta mientras sepa de tu felicidad. Sólo procura dejar de pensarme. Si me nombran, no les escuches. No soy ese del que hablan. No vuelvas a los lugares en los que fuimos felices sin mí, porque se vuelven fríos y vacíos cuando el otro falta. Y sobretodo sonríe y no olvides jamás la estima que te tengo. Quédate en el cielo, no bajes más aquí. No entres a releer, no alimentes los dolores.
Ahora recuerdo aquella frase que me escribiste el último Agosto. Te la voy a usar ligeramente modificada para poder contarte algo: “Siempre fuiste capaz de todo, incluso de dejar que me rindiera”. De lo primero estoy seguro. De la segunda parte, no estoy en absoluto convencido. Allá donde vaya dejaré un rastro de migas. Serán sólo migas, ni súplica ni obligación. El día que me necesites, para lo que fuere, tendrás mi brazo tendido, mis ojos y hasta un riñón. Lo que precises. Porque después de todo yo te llevé a la Luna, pero tú me has regalado el Sol."


 

Copyright 2010 El coleccionista de silencios.