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sábado, 13 de julio de 2013




Camina un hombre hacia el umbral. De este lado, el terreno es llano y profundo y la única dimensión existente obliga a ceñir el régimen de distancias a un plano estrictamente temporal; su posibilidad no franquea la quietud. La culpa y el remordimiento pueden deambular en su interior, pero el paisaje no se acuerda de su nombre. Las olas le persiguen cada huella (ninguna permanecerá tras cruzar la última puerta), y la mar, de inocencia calculada, le abraza algunos pasos, volviéndolos ebrios en su contradicción. Una tierra condenada al olvido edificada en cada nostalgia, néctar de los poetas, ruina en perspectiva inversa. Sigue paseando en lo que cree la infinidad, incapaz de intervenir. En el horizonte vislumbra la entrada al laberinto. Agota sus cenizas alfombrándose la arena y al fin se postra ante la única boca del muro. En el vértice conoce al pájaro. Su voz le venía susurrando algunos recuerdos atrás resultándole inevitable y seductora, y ahora, cautivado por sus alas, es incapaz de volverse a contemplar el fuego en declive. De la misma forma, su hermano volátil no contempla pisar las nubes que llueven sobre el hombre que observa. Sabe que en ese rincón de la existencia el cielo no trasciende, lo proyecta el caminante, que accede a cruzar al siguiente estado metafísico.

Tras entornar la verja cobriza, el hombre se mira las manos. Las recubre un óxido de olor penetrante. Esta vez, avanza entre jardines de cuatro dimensiones. Ha entrado con la intención de perderse y el pájaro lo sabe. En el siguiente segundo lo vuelve cómplice. Ya no le guía la sonoridad, anda dando tumbos. Ha sido engendrado para el acertijo, no para su resolución. Las decisiones son arbitrarias: el misterio le resuelve a él. Es algo que no comprenderá hasta posarse ante el último portal, reluciente esta vez, barnizado de una inmaculada condición. Al escuchar de nuevo al animal, ya viejo y frágil, le evoca una reminiscencia limítrofe al tedio. Resuelve que un pájaro es incapaz de entristecerse, pero en su canto sabe evocar la tristeza. Descubre que el infinito sólo contempla el bosque de cada bifurcación; las elecciones jamás elegidas. Se revela como el hombre que ha sido todos los hombres y mujeres, erigiéndose síntesis atómica de la propia existencia sin recordar el final del sueño. Sabe que cruzó porque alcanzó a verse desde el otro lado, cosiéndole a la puerta un candado que jamás le sería arrancado.




David Rebollo



3 comentarios:

Marcel dijo...

"Ha sido engendrado para el acertijo, no para su resolución. Las decisiones son arbitrarias: el misterio le resuelve a él." Boquiabierto. Después de escuchar "Alejandría" y de leer este relato, empiezo a plantearme seriamente la idea de levantarte un altar. Mucho apoyo desde tu Barcelona.

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

...traigo
ecos
de
la
tarde
callada
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


COMPARTIENDO ILUSION
EL ASTRONAUTA

CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...




ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE EXCALIBUR, DJANGO, MASTER AND COMMANDER, LEYENDAS DE PASIÓN, BAILANDO CON LOBOS, THE ARTIST, TITANIC…

José
Ramón...


Anónimo dijo...

Gracias Rebollo, te leo.
Desde un lugar donde lo convencional de las palabras se ha abierto paso a tradición por vagancia , de dónde la gente tiene miedo de lo que no es palabrería y logica que al fin y al cabo son solo explicaciones monoteístas de lo que sentimos. Seguro que has leído a Nietchze y Herman.
Muchas gracias

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