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viernes, 20 de abril de 2012


Cuando el reloj dictó el primer segundo del tercer mundo en mi conciencia,
un cuarto de nostalgias, impropias de mi quinta, abrió sus puertas.
Y me volví a los tiempos de Sexto Empírico, y a los siete mares de Heródoto.
Subiendo y bajando octavas te pinté la novena en los oídos, como te prometí.
Pero amigo,
la perfección vive en la muerte, 
y yo creí encontrarla.








David Rebollo

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