Porque vivo en un lugar en el que nunca estuve,
donde soy lumbre y frío,
desierto y río,
más suyo que mío.
La quería como Alejandra, adicta de inseguridad,
por las veces que me amaba
y las que celebraba
que la odiara por piedad.
Al final ganó la euforia, el nunca ante el mañana,
no me llama si respondo,
no me busca, no me escondo,
no vuela tras mi ventana.