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martes, 8 de junio de 2010


El cromatismo volvió a cambiar.
Su mirada era marítima. Ofrecía aquella sensación de profundidad que sólo ofrecen infinitos azules y transparentes como el cielo acariciando el horizonte o las lágrimas llenando un vaso.

De entre la arena que abrigaba el fondo de aquel océano brotaron profusas algas, alimentadas por una tristeza fortuita e infundada.
El verde autótrofo de los organismos, comenzó a rodear a la piedra negra que regía la hondura inconcebible de sus aguas. El nuevo matiz abrazó con tal esmero a aquel ónix solitario que la misantropía engendrada en su porte cristalino se evaporó adyacente a los afluentes que fueron sus lloros, los cuales, algunos minutos antes, habían fundado un valle paradisíaco en sus mejillas incólumes.
Todavía llovía cuando salió el sol en su iris. Y todo esto sin dejar de nadar en ella.

La enamorada de Baudelaire


1 comentarios:

Irene dijo...

Baudelaire diu:
pato,pato,pato,pato!

La enamorada diu:
l'astronauta ha pintat un arc iris preciós

L'astronauta diu:
alguna cosa en francés

I bloem contestarà:
quasí, en albanès!

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