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domingo, 20 de junio de 2010

Para Joan y Adriana, quienes más supieron valorar éste escrito...


Dicen que el hombre solitario sabe escuchar el silencio. Sabe entenderlo y responderle. Es su himno. Dicen que dicha persona sólo puede pertenecer a su soledad. Conoce su patria, su lugar en el mundo. Su frontera no es una verja. Su frontera son las personas… es él mismo.

Nadie supo explicarme si la soledad es una elección. Ni tampoco convencerme de que es algo predestinado. Con el tiempo he deducido que el ser solitario está atrapado en un espiral eterno. Rehúye de una soledad que añora. El grado de misantropía que acumula lo mide el deseo que le empuja a rechazar una supuesta dependencia ajena. Pero ésto es lo de siempre… Intentar escapar de una dependencia implica entregarse a otra. El rol solitario es un rol bohemio y filmográfico. Es un rol cómodo e incluso interesante, misterioso. Cuando personas carentes de empatía intentan comprender al solitario, resulta el rechazo, la burla o la justificación típica del inefable incomprendido y loco rechazado por la justa sociedad.

Creo creer que hay varios tipos de soledad. Principalmente, la común y la crónica. La soledad común fue repartida por todo el mundo, a todos los estamentos, nadie se salva. Es la soledad fruto de los sentimientos y de las emociones. Es una soledad cutánea y empírica. Pero cuando se convierte en algo irreversible, cuando se cae en las agridulces garras de la necesidad, entonces se comprende que nada podrá curar los síntomas de tal patología.
La interpretación es un buen antibiótico. Desde que tuve uso de razón hasta hoy, tuve tiempo de darme cuenta de que este lugar está plagado de actores; actores que estrenan sus obras cada mañana y aún así nunca bajan el telón. Malos histriones, y lo que es peor, pésimos guionistas.
Soy de la opinión de que cuando mejor puede hacer su trabajo un actor es cuando nadie sabe que está trabajando. Todo lo demás son farsas pactadas entre público y comediante. Yo nací con la capacidad de abstracción bastante desarrollada. Sé entender a las personas, por mucho que me cueste analizarlas. De la misma forma, sé reconocer al bufón, al intérprete, aunque no use tal capacidad para ajusticiarles o para intentar convertir sus vidas en algo más que un guión. No me creo en el derecho de llevar a cabo tan contundentes acciones. Son gente fácil.
Pero el solitario es la viva paradoja de la complicación que encierra la simpleza más banal. Nadie es capaz de fingir la soledad. Nadie puede actuar la soledad para él mismo y olvidar que escenifica una mentira. Esa es la magia de esto; no existe el autoengaño. El ser solitario sabe que lo es, y el ser dubitativo es subliminalmente consciente de que no alcanzó el grado de misticismo necesario para entregarse a la nada, al vacío que deja la compañía de la sombra.

Puede parecer una elección difícil, pero lo más probable es que no sea una elección. A nadie debería preocuparle la soledad, porque es algo que no se puede ver, oler o degustar. No se puede buscar, ni escapar de su encuentro.
Aunque eso sí, se puede escuchar…

La respuesta está en el silencio.


Por David Rebollo
21 de Diciembre de 2009

Film "The Silence" 1963


3 comentarios:

Irene dijo...

mmmmmmmmmmmmmmmm

Adriana dijo...

Gràcies, sempre

Anónimo dijo...

Me gusta su blog amigo. Pertenezco a esta fauna, y tengo en mi memoria este corto poema de Alberto Valdivia, un chileno amigo de Pablo Neruda quien en su libro "Confieso que he vivido" narra como este esquelético poeta, todos los treinta y uno de diciembre se metía en un féretro para simbolizar la partida del año viejo. Dice así:
Soledad, amiga de los espíritus altivos
de los locos,
soledad, instructora de cosas veladas
a los hombres rebaño negadas
soledad, invaluable compañera
soledad, luminosa soledad.

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