- Esperaba algo más que mi nombre en el sobre.
- ¿Qué esperabas?
- No sé. Tal vez algún detalle. Un escrito. Una frase.
- El detalle era el silencio.
- ¿El silencio?
- No dejo de escribirte sin tener la más remota idea de si me leés,
y en el caso de que me leas, puede que lo hagas como quien lee
la crónica negra en un periódico local… ¿Cómo podría saber si
lo que escribo te estremece aunque fuese un cuarto de corazón?
De ahí el silencio. No quiero poner más palabras en tus ojos.
Quiero que tus ojos decidan mirarme cuando lo necesiten.
- ¿Cómo puedes seguir queriéndome?
- ¿Y vos por qué te empeñás en seguir enamorándome?
- ¡Yo no me empeño en nada! Al final tendré que hacerte
el daño que no quiero, o ignorarte para siempre, para que
me odies cada día un poco más, y puedas olvidarte de mí.
Estoy harta de tu sombra, que camina por mi mente sin horarios.
- Aunque me ignores, no lo hacés por indiferencia.
Cuando callás por amor, me enamoro de tu ausencia.
De tu silencio. Es tu estrategia. Sin más.
- ¿Y cuál es la tuya?
- Que un día cualquiera, no sé cómo, ni sé
con qué pretexto, sepas terminar este verso.
- Te odio.
- Yo tampoco.
David.
3 comentarios:
Amores probablemente imposibles...
Me gustan los retos eternos...
Con éste me hiciste soltar una carcajada, indioto!
Ü
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