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viernes, 11 de junio de 2010


Se trataba de un hombre anormal y una mujer poco corriente. Ambos sabían que sólo les separaba una puerta. Cuando sus orejas rozaban la madera eran capaces de oír con claridad la respiración ajena y así se conocían, pero el misterioso clausurar de la puerta impedía la escucha de gritos, golpes o susurros. Sin embargo, se les podía definir como la prosopopeya del miedo. El tiempo pasaba y ninguno se decidía a dar el paso. Temían llegar pronto a la vida del ser adyacente, y con ello deshacer todas las esperanzas que la tediosa espera estaba suscitando. ¿Cuánto podían llevar ahí? Una semana era ridículamente escasa; un mes era demasiado poco; un año era mucho arriesgar; una década no aseguraba nada. Y así pasó el tiempo (por lo menos en su espíritu) hasta que un amago de impaciencia hizo mella en aquel hombre alto.

Antes de decidirse, meditó concienzudamente las desventajas del riesgo que asumiría. Creyó barajar todas las hipótesis posibles antes de cometer tal atrevimiento. Tanto cavilar en una posible repercusión negativa le hizo dudar del grado de corrección de su tentativa, pero las noches sin escuchar el gritar silencioso de la respiración femenina en la habitación contigua le hacían presagiar que no podía perder más tiempo. De esta forma su brazo empezó a temblar, y su mente a saturarse: ¿Y si después de tanto tiempo, la puerta estaba cerrada?, ¿Y si en la habitación de la mujer había dos puertas y algún apuesto poeta había abierto la alternativa? ¿Y si la mujer no fuera quién él esperaba o él no lo fuese para ella? Estaba tan desorientado que llegó a pensar en la remota posibilidad de que ella no existiese realmente. Que la alcoba contigua fuese una dimensión paralela, algo parecido a un espejo sensorial. Antes de que en su cabeza resonase el quinto “y si…” su mano ya había rodeado el pomo caoba. Empezó a girarlo más rápido de lo hubiese querido, demasiado rápido, como las agujas de un reloj de arena.

Cuando el cierre hermético se deshizo, un olor putrefacto irrumpió en la escena. El nerviosismo se transformo en pavor, pero no pudo evitar saciar su apetito curioso. Lentamente el constante crujir de la puerta puso banda sonora involuntaria a aquel tétrico suceso. El lugar se mostraba vacío pero una pestilencia insufrible se erigía desde debajo de una cama lúgubre. El hombre se agachó con el alma temblando y sus ojos visionaron algo inimaginable, y consecuentemente, muy difícil de describir. Era un fotograma imposible, como si se tratase del descubrimiento de un color hasta ahora desconocido… Pues bien, el color era lóbrego: un cadáver con un escaso pelo rubio extremadamente seco se mostraba descompuesto en posición fetal y con una expresión facial de pánico inmenso. Sus uñas presionaban sus pies, como los de un niño con miedo a la oscuridad en una noche de tormenta. El estómago del hombre no fue capaz de digerir aquella sensación. Fue entonces cuando se giró hacia la puerta mirando a sus pies y el suelo se empezó a llenar de bilis. Cuando después de un largo rato, sintió aliviado su ahogo físico, pensó en hacer lo más lógico: volver a su habitación, cerrar la puerta y no volver jamás a ese infierno de sensaciones.

Instantáneamente levantó la cabeza y miró hacia la puerta. Lo que en ella observó le congeló el corazón. No existía pomo en aquel lado. Las paredes no eran más que rejas. Había sido el carcelero de aquel cadáver durante tantísimo tiempo que, sin saberlo, lo había condenado a la peor de las muertes, la soledad perpetua. Su corazón latía a ritmo frenético. Se apresuró en cerrar la puerta, e intentando relajarse se tumbó encima de la cama y miró hacia la puerta. La contradicción existencial le aseguró haber elegido la estancia acertada. Ahora creía estar a salvo y se sentía seguro, aún sabiendo que había un cadáver descompuesto en su misma posición debajo de él. Su ahogo espiritual acababa de empezar.
Yermo.

2 comentarios:

Irene dijo...

Estimat (re)bollo;
En primer lloc, petonets d'en Quijote i "aaaafshmnsm" d'en Lucho ( cuando duerme es tan mono...!).

En segon lloc,has de saber eztimat davizz que independentment de la tendència de qui els envii ( sobretot si és un " si te pongo perra nena, dame gerrawwwwwww" , ja ho saps), els regals sempre els sé valorar. Inclús amb força, força més especialitat aquelles que només s'aprecien amb els sentits, que cada cop que els (re)obres et produeixen noves emocions, nous sentiments: és una suma d'impressions que formen la idea de sorpresa ( inspiració Humeana, com pots veure).

En tercer lloc,m'eeeeeeeeeencaaaaaaaaaaaaaaanta! ( la repetició constant de vocals és un recurs estilístic per denotar sorpresa - i que potser hauria de netejar en moments imminents el teclat-)

En quart lloc, gràcies :)

En cinquè lloc, vigila por ondé vas, con quien andá...que te espera, no mu' lejos, un detall baudeleriá.

I en sisè lloc. En sisè lloc res : primero caganero, segundo rey del mundo, tercero pistolero, cuarto lagarto y quinto laberinto. Pel sexto, l'ADSL de mart es va quedar curt.

( jajajajajaajajaja "David (RE)bollo SenseGracia" )

Irene dijo...

PD ( o XD) : Reflexió literària: a vegades esprem tant què perdem la noció de quan de temps ha passat, fins que un dia, cansats d'esperar obrim els ulls. I res és el que era.
Moraleja? Tingues els ulls, des d'un principi, ben oberts i no t'aferris als extrems, als masses ( que mai són bons)

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