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lunes, 28 de junio de 2010

Dio tres saltitos y se acercó a una miga de pan. 
Confuso, dudó unos instantes hasta que se decidió a picotearla.
Sus hermanos y amigos aplaudieron la valentía del hecho y para celebrarlo empezaron a silbar al unísono honorando al heroico descubridor. 
Sin embargo, el cemento que les envolvía distorsionó la melodía hasta el desafine.
Sin más, se hizo el silencio y una lágrima barnizó el asfalto.
Qué dura y duradera la vida del exiliado.



1 comentarios:

Irene dijo...

Fora terres, fora platja;
oblida't de tot regrés;
no s'acaba el teu viatge;
no s'acabarà mai més.

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